La comprensión de lectura

lunes, 14 de febrero de 2011











La comprensión de la lectura
Comprender un texto no es fácil: exige detectar, entre otros aspectos, cuál es el tema del texto, las formas específicas del tema o asunto desarrollados, las ideas principales y secundarias, la idea global transmitida y el propósito del autor. No todos los textos tienen el mismo grado de dificultad. La dificultad depende de diversos factores, como la propia naturaleza del texto (los textos narrativos son más fáciles que los expositivos o argumentativos), el tema que trata (los textos sobre nociones generales se reconocen mejor que los que tratan un tema especializado); también se reconocen mejor que los que tratan de un tema especializado ); también la dificultad de los textos depende del enfoque adoptado (los divulgativos son más accesibles que los especializados), de la organización interna (son más sencillos los que tienen bien estructuradas las ideas) y de la forma de expresión (la sintaxis alambicada, con oraciones largas y complejas, y el vocabulario rebuscado o especializado incrementa la dificultad). La comprensión del texto depende, básicamente, del proceso de lectura seguido que siempre implica el reconocimiento del acervo cultural, social y temporal en el que el texto ha sido escrito.

Fases del proceso de lectura
La lectura es un proceso que consta de las siguientes fases:
1.    Antes de la lectura: se deben tener claros los siguientes aspectos, lo que a su vez exige una determinada predisposición para adoptar una serie de decisiones focalizadas en:
a.    Objetivo de lectura (localizar datos, diversión, estudio, obtención de información…),
b.    Tipo de texto (enciclopedia, novela, libro de texto, periódico o revista, manual de instrucciones),
c.    Tipo de lectura que se piensa realizar: lectura superficial (que permite de forma rápida hacer una idea del contenido y de la organización del texto, así como localizar algunos datos) o lectura atenta (en la que intentará comprender todo el contenido del texto, tanto las ideas principales como las secundarias y su relación).
2.    Fase de primera lectura o lectura superficial del texto a fin de ver de qué trata el texto (tema central y aspectos del tema tratados) y cómo está organizado (apartados en que está dividido,  ilustraciones o elementos singularizantes del mismo). En este momento es fundamental recordar lo que se conoce sobre el tema tratado para poder interpretar mejor las ideas expresadas en el texto.
3.    Fase de lectura atenta: en ella se debería comprender bien el texto. Si algo no se entiende bien, se debe releer el pasaje hasta que se trate, tendremos que ser capaces de detectar cuál es la idea global o tema, cuál es la idea clave que se expresa en cada parte o en cada párrafo, cuáles son ideas principales y cuáles secundarias, si están expresadas las ideas con claridad y si están bien ordenadas y jerarquizadas.
4.    Fase de lectura en profundidad: en esta fase iremos analizando pormenorizadamente el texto, tomando nota de todos los aspectos, y podrá culminar la lectura, como prueba de la adecuada comprensión del texto, con la realización de un resumen, un esquema o guión, implica una valoración escrita, según el tipo de texto. En esta fase ha de quedar claro qué es lo fundamental y lo secundario es el texto (idea global, ideas principales / ideas secundarias), la organización y la jerarquización del contenido, y la organización que se dará a la estructura del texto, sea por medio de un comentario, esquema o resumen.

La organización de un texto: tema e ideas
            Un texto suele presentar, por lo general, un tema principal, asunto fundamental de que trata el texto, presenta en casi todos los párrafos, y temas secundarios, que se van tratando de forma colateral a medida que se va desarrollando el tema principal. Por lo general se detectan el tema principal porque suele englobar a los temas secundarios y se desarrolla con más profundidad que los secundarios, aparece en casi todos los apartados y suele estar presente en el primer párrafo. Algunas pistas útiles son: el título (por lo general expresa el tema principal porque suele englobar a los temas secundarios, aparece en casi todos los apartados y suele estar presente en el primer párrafo. Algunas pistas útiles son: el título (por lo general expresa el tema), los epígrafes o subtítulos de los apartados (temas secundarios), las palabras destacadas en negrita, cursiva o por otro procedimiento (referencias al tema principal o a los secundarios).
            Entre el tema principal y las ideas secundarias pueden haber relaciones de consecuencia (temas secundarios, consecuencia del tema principal), de inclusión (los temas secundarios son parte del principal) o de comparación o de ejemplificación  (los temas secundarios dependen del principal y los derivados, de los secundarios).
            El tema principal y los temas secundarios o los derivados se expresan mediante ideas. Cada texto suele comunicar una idea global sobre el tema principal y los temas secundarios aparecen desarrollados habitualmente en las ideas que se presentan en uno o varios párrafos. Por tanto las ideas de un texto no tienen la misma importancia, están jerarquizadas, de modo similar a los temas. Un párrafo se construye en torno a una idea básica, que a veces es expresada de forma explícita en una oración al inicio o al final del párrafo y otras veces ha de ser deducida de las ideas expresadas en él. Esta idea básica se puede descubrir localizando el tema del párrafo, identificando una idea general que englobe a las demás o creándola a partir de lo que tiene en común las ideas expresadas en él.
            Una idea principal de un párrafo es aquella que expresa algo sobre el tema principal o algún aspecto relacionado con él, mientras que una idea secundaria expresa algo no relacionado con él, mientras que una idea secundaria expresa algo no relacionado ni con el tema principal ni con ninguno de sus aspectos. Una idea principal tiene el carácter autónomo, no depende de otra idea; por el contrario, una idea secundaria está vinculada a otra idea, la cual explica o complementa. Junto a las ideas explícitas, expresadas con claridad en el texto, existen otras implicitadas que no se expresan porque se supone que el lector está ya al tanto (presuposiciones) o que pueden inferirse como conclusiones de las ideas explícitas (inferencias). Después de identificar los temas, los subtemas y las ideas principales y secundarias de un texto, explícitas o implícitas, podemos fácilmente localizar la idea global del texto: primero identificaremos el tema principal después anotaremos lo que tiene en común las ideas principales y finalmente buscaremos una oración, al principio o al final del texto, que se refiera al tema principal e incluya las ideas principales y si no existe la crearemos; esa sería, pues, la idea global.
            Comprender bien un texto supone entender cómo se jerarquizan las ideas, dado que no todos los párrafos transmiten información de la misma categoría (idead principales o secundarias en relación con el tema principal, ideas en relación con temas secundarios o derivados de estos) y permite tanto las presuposiciones como las inferencias. Comprender un texto supone también descubrir que quiere decir el autor: detectar su intención (informar, persuadir, divertir, enseñar, dar instrucciones…), diferenciar los hechos expuestos (dados o hechos comprobados expuestos de forma objetiva sin valoraciones) de las opiniones formuladas (valoraciones o juicios que expresan el punto de vista de quien las emite) y reconocer, en última instancia, la tesis que defiende y los argumentos en los que se basa la defensa de su tesis. Es relativamente fácil reconocer las opiniones porque en ellas aparecen algunos de los siguientes rasgos: expresiones subjetivas (en mi opinión, a mi juicio, a mi modo de ver, desde mi punto de vista…), palabras valorativas (adjetivos como fácil, interesante, adecuado, bello; verbos como creer, opinar, adverbios como probablemente, quizás), o expresiones que pretenden encubrir la subjetividad de la afirmación (es una gran verdad que…).

Técnicas de comprensión de textos
            Algunas técnicas que permiten demostrar que se ha comprendido bien un texto son las siguientes:
1.    El  resumen, que incluye de forma condensada y precisa las ideas fundamentales de un texto (tema, idea global, subtemas, ideas principales.) Elaborar un resumen supone prescindir de los aspectos menos importantes (ideas derivadas y algunas o todas las ideas secundarias), condensar ideas en otra que englobe varias de ellas y conectar las ideas mediante nexos (causales, condicionales, finales…) que expresen las relaciones que existen entre ellas. Un buen resumen debe ser breve ( solo debe incluir lo esencial), exacto (preciso en cuanto al contenido del texto), exhaustivo (debe recoger todas las ideas importantes) y objetivo (debe recoger el contenido del texto sin formular valoraciones o juicios).
2.    Diagrama de llaves, en el que la información se sitúa, jerarquizada en niveles por orden de importancia, de izquierda a derecha abriendo las llaves. Previamente, es preciso analizar en cuántos niveles se clasifica la información.
3.    Diagrama arbóreo, en el que la información se sitúa, también jerarquizada, de arriba abajo y en el que a medida que descendemos, las ramificaciones que presentan las ideas secundarias o derivadas son más abundantes.
4.    El esquema numerado (1, 1.1, 1.1., 2, 2.1, 2.2, 3) en el que se recojan de forma escueta y precisa las ideas principales de primer rango (1, 2, 3), las ideas secundarias dependientes de las primeras (1.1, 2.1, 2.2) y las ideas derivadas de las anteriores (1.1.1).
5.    El mapa conceptual, estructura arbórea que permite representar visualmente cómo están jerarquizados en el texto el tema principal, los temas secundarios y los temas derivados.
6.    El organizador gráfico, que representa la información combinando la expresión verbal (palabras, frases, oraciones) con gráficos (líneas, cajas de testo, dibujos).
7.    El cuadro contrastivo, que destaca las características comunes o las diferencias.
8.    La línea de tiempo, que permite representar, en una escala vertical u horizontal, los hechos acaecidos en una serie de referencias cronológicas determinadas.
Sánchez Lobato, Jesús (Coordinador) (2007) Saber Escribir. Buenos Aires, Aguilar, pp. 53−57.




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